lunes, 3 de diciembre de 2012

EL TOCADISCOS




Hoy me he encontrado con algo que me ha devuelto a lugares con los que no tenia contacto desde hace muchos años, a pesar de regresar a ellos a menudo.
Olvidado en el fondo de un baúl inhóspito, rodeado en papel de envolver, dormitaba un artilugio tecnológico que por su forma pasó a ser algo obsoleto, un objeto cotidiano entonces.
El tocadiscos.
Junto a el encontré varios discos en un cajón, los barajé varias veces, encontrando en sus fundas ajadas y descoloridas un recuerdo del paso del tiempo.
Como si de un ritual se tratara, fui sacando los vinilos de las fundas de papel fino, limpiando el polvo adherido a los surcos leyendo con mi vista cansada el nombre de las viejas canciones, cara A, cara B, 33 r.p.m. un LP.
Colocarlo en el plato, levantar la aguja, y empezar a sonar con una leve fritura de sabor añejo.
En cada chisporroteo mezclado con música de hace cuatro décadas, volvieron los recuerdos de mis diecinueve años, cuando al son de aquellas melodías preparaba una mochila llena de ilusiones, junto con chorizo, jamón de york y fruta para una semana, cuerdas y mosquetones, mapas, brújulas y la cámara Werlisa.
Los discos ya están un poco doblados por el tiempo y la aguja va sacándoles sus notas en un vaivén alternativo que asemeja un tío-vivo, sube y baja, chisporrotea al encontrarse con el polvillo de los surcos, navega por sus olas arando notas que me transportan a las Ubiñas, recordando cuando llevé a mi primera novia a las montañas, a los Castillines, a los Fontanes para estrenar unos crampones rojos con correas amarillas.
Música en círculos visibles ondeando junto a un vinilo doblado por el tiempo, puedo oler el vagón de tren con asientos de madera que me llevaba a Campomanes, veo el camión de la leche que me sube renqueando a Tuiza, oigo el traqueteo de las lecheras de aluminio en la caja y la voz del conductor preguntándome si no tengo miedo a andar por las alturas.
Cierro los ojos y vuelo por ese mundo de recuerdos mientras el tocadiscos rasca un rayón y se queda atascado, un pequeño toque en la tapa transparente y vuelve a sonar la melodía, sigo soñando, admirando la pequeña aguja que araña el disco de treinta y tres revoluciones.
Gracias tocadiscos, hoy me has hecho feliz. 


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